Una de las ideas más equivocadas sobre los influencers es que basta tener un gran número de seguidores en las redes sociales para serlo. Este pensamiento confunde influencia con popularidad. El acto de influir va un poco más allá, requiere un resultado específico: un cambio en el pensamiento o el comportamiento de alguien más. Por lo tanto, un influencer es alguien que tiene el poder de influir en la percepción de los demás o hacer que hagan algo diferente, aparte de generar opinión y crear tendencias.
Todos somos influenciadores en cierto nivel, cuando opinamos sobre algún producto, servicio o experiencia con nuestros familiares y amigos sea en forma personal o a través de plataformas digitales. Una opinión, una calificación o un criterio genera un punto de vista adicional a tomar en cuenta antes de tomar una decisión.
Por ejemplo, una buena crítica de un artículo o la simple aparición con una prenda de una marca concreta puede llegar a aumentar las ventas por el efecto imitación de muchos de sus seguidores. Y para eso, es importante que presenten tres factores clave: alcance, credibilidad contextual y habilidad de ventas. Cuanto mayores sean estos tres factores, mayor será su potencial de influencia.
Un influenciador, como su nombre lo describe, es alguien que debería ser capaz de persuadir a grupos de personas a realizar ciertas acciones o a vincular un producto o marca a su personalidad y estilo de vida. Sin embargo, actualmente muchos consideran que un influenciador es alguien que cuenta con muchos seguidores en redes sociales específicas y que simplemente ofrece espacio en sus publicaciones digitales a diferentes marcas a cambio de dinero.
Por vestir una bata no puedo decir que soy un doctor, por utilizar Instagram de forma intensiva no me puedo considerar un influenciador.
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